LARINO
La fiesta del patrón San Pardo tiene lugar los días 25, 26 y 27 de mayo, con el añadido de la bendición de los animales el 24 de mayo (desde hace unos años), seguida de una procesión más corta.
El 25 de mayo, las estatuas de los santos del pueblo se llevan a la catedral para “hacer compañía a San Pardo”. En la lista de iconos de santos falta San Primian, copatrón de la ciudad, que será sacado del cementerio en una ceremonia posterior más elaborada. El traslado del icono de San Primian lo lleva a cabo un grupo bastante reducido de personas y carros (sólo los diez primeros) que son recibidos en la pequeña plaza frente al cementerio a la luz de las antorchas, mientras la pequeña procesión va a recoger, en una ceremonia muy íntima y participativa, la estatua de San Primian que luego se coloca en el carro nº 1 para ser llevada de vuelta a la Catedral. . . La procesión va acompañada de luces, antorchas, el canto del Himno de San Primitivo y la Laudata di San Pardo, así como el continuo repique de las campanas de la Catedral y el sonido de los cencerros que cuelgan del cuello del ganado. El párroco de la catedral espera a los carros frente al patio de la iglesia y los anuncia uno a uno entre el repique de las campanas de la catedral y los cencerros del ganado en procesión.
El 26 de mayo se conmemora la llegada de las reliquias a la ciudad y se proclama a San Pardo como patrón principal de Larino. Ese día se celebra un desfile de todos los santos varones por las calles de la ciudad. Es una especie de procesión de todos los santos: sólo en ocasiones especiales se sacan todos los iconos, incluso los femeninos (años jubilares, por ejemplo). Desde los balcones del casco antiguo se pueden ver las tradicionales mantas y estandartes que representan a San Pardo, ondeando en señal de devoción a su paso. Además, a veces se arrojan pétalos de rosa sobre el busto y la urna que contiene las reliquias del Santo al paso de éste. El régimen sonoro de la fiesta en este día se enriquece con la presencia de la banda que acompaña al cortejo procesional.
El 27 de mayo coincide con la etapa final de la fiesta, que consiste en devolver la estatua de San Primitivo a su domicilio habitual, partiendo del centro histórico. Una vez que el copatrón ha sido devuelto a su capilla y dejado “en compañía” del patrón, San Pardo, las familias hacen una parada durante la cual se consume una comida al aire libre, que todos llaman “scampagnata” (picnic), caracterizada por una gran convivencia, abundancia de comida y bebida, canciones y un ambiente de gran entusiasmo. Tras la parada, el icono de San Pardo se vuelve a colocar en la carroza nº 1 y la comitiva procesional parte hacia el centro histórico, para llevar el busto de San Pardo de vuelta al centro donde “acompañará” a todos los santos de vuelta a sus iglesias y luego “volverá a entrar” en la Catedral en medio de una gran multitud reunida en la iglesia y en la parvis para admirarlo y darle la bienvenida.
En la tradición oral, el sistema procesional que tiene lugar en Larino se denomina “Carrese”, término que hace referencia a la antigua práctica de las carreras de carros que decidían el orden en el que desfilaban el día de la fiesta, llevando en procesión el icono del santo patrón y los copatrones (según las formas que se encuentran hoy en día en las carreras de carros en la Baja Molise). El “Carrese” es también un canto monódico, llamado también “Laudata” o “Carrera”: un canto de profundo significado teológico dedicado a Dios, a la Virgen, a San Pardo, a los copatronos Primiano, Firmiano y Casto y a otros santos venerados en el Bajo Molise.
Las carrozas que desfilan pueden ser tiradas por bueyes, terneros u ovejas, o ser muy pequeñas, arrastradas a mano por niños, pero siguen teniendo el número progresivo de la carroza que participa oficialmente en la Carrese. La cabecera de la carroza suele ser familiar (carrozas uninominales), pero a veces también puede ser una compañía de dos o más personas, ya sean parientes o amigos (carrozas plurinominales).
Hay dos tipos de carrozas: las tradicionales, también conocidas como carrozas “cúpula”, ya que tienen una cúpula típica cubierta con una capa uniforme de flores y tres “craste” (jarrones) dispuestos en secuencia en la parte superior. Los días 26 y 27 de mayo se coloca una rama de olivo en este tipo de carroza, de la que se cuelgan scamorze passite, símbolo de lo que siempre ha sostenido económicamente a la ciudad: la agricultura, especialmente el cultivo del olivo, y la ganadería ovina y bovina, que también se consideran un signo auspicioso para la cosecha y el año que se abre con la renovatio que representa la fiesta. El segundo tipo es el de las “carrozas triunfales” con arcos, columnas y cúpulas geométricas de diversos tamaños, realizadas en madera trabajada y montadas, según la creatividad del autor, con la intención de representar iglesias góticas o románicas, decoradas con cortinas bordadas y una serie de pequeños bulbos para una pequeña cantidad de flores.
Cada carroza está decorada y los elementos clave son las flores de papel, que suponen un largo proceso que se transmite de año en año, de generación en generación.
Los animales desempeñan un papel crucial en el ceremonial, de una forma que la comunidad define como cooperación (“los animales nos ayudan a celebrar nuestro santo”). Estos animales son respetados y honrados como parte integrante del ceremonial sagrado y el cuidado que se presta a su preparación en los meses previos es una muestra de la especial atención que se presta a su bienestar y a la construcción de una relación de entendimiento y comprensión mutua con quienes los van a manejar. Esta actividad, que suele comenzar en marzo y durar hasta 8 semanas, se denomina “la doma” y consiste en una serie de paseos por zonas periurbanas, preferiblemente con pequeñas pendientes y cambios de nivel, para que los animales puedan “tomar aire” (es decir, entrenarse para caminar durante mucho tiempo) y, sobre todo, para que aprendan a ser dóciles y equilibrados con quienes los manejarán en la procesión.
Una característica notable del ceremonial es el espacio sonoro articulado que acompaña a todo el ciclo festivo en sus diversas articulaciones. Lo primero y más importante es el canto de la tradicional Laudata. El segundo está relacionado con los disparos y los fuegos artificiales del 26 de mayo. El tercero es el “toque de campanas”, es decir, todos los sonidos producidos tanto por los cencerros colgados al cuello del ganado durante las procesiones, como por las campanas de la Catedral, que suenan casi continuamente durante largas fases del recorrido procesional del día 26 y durante los diversos regresos a la Catedral de las procesiones del día 25 y 27.
La práctica festiva se mantiene y se transmite de generación en generación a través de un intenso entrelazamiento de aprendizaje informal y “aprender haciendo”.
Un importante conjunto de modos de transmisión de conocimientos está relacionado con el canto tradicional de la laudata: una modalidad de canto monódico que ahora practican muy pocos (aunque ha crecido ligeramente en los últimos años, no siempre con el suficiente rigor filológico) y que es enseñada por unos pocos y raros maestros reconocidos por la población local como poseedores de este conocimiento haciéndose acompañar por algunos jóvenes y niños en el recorrido procesional, mostrándoles incluso posturas, entonaciones, duraciones de retención de sonido que se consideran típicas y correctas para esta modalidad de canto, que también es, a su manera, competitiva en cuanto a retención de notas, potencia de emisión y pureza de sonido.
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La fiesta del patrón San Pardo tiene lugar los días 25, 26 y 27 de mayo, con el añadido de la bendición de los animales el 24 de mayo (desde hace unos años), seguida de una procesión más corta.
El 25 de mayo, las estatuas de los santos del pueblo se llevan a la catedral para “hacer compañía a San Pardo”. En la lista de iconos de santos falta San Primian, copatrón de la ciudad, que será sacado del cementerio en una ceremonia posterior más elaborada. El traslado del icono de San Primian lo lleva a cabo un grupo bastante reducido de personas y carros (sólo los diez primeros) que son recibidos en la pequeña plaza frente al cementerio a la luz de las antorchas, mientras la pequeña procesión va a recoger, en una ceremonia muy íntima y participativa, la estatua de San Primian que luego se coloca en el carro nº 1 para ser llevada de vuelta a la Catedral. . . La procesión va acompañada de luces, antorchas, el canto del Himno de San Primitivo y la Laudata di San Pardo, así como el continuo repique de las campanas de la Catedral y el sonido de los cencerros que cuelgan del cuello del ganado. El párroco de la catedral espera a los carros frente al patio de la iglesia y los anuncia uno a uno entre el repique de las campanas de la catedral y los cencerros del ganado en procesión.
El 26 de mayo se conmemora la llegada de las reliquias a la ciudad y se proclama a San Pardo como patrón principal de Larino. Ese día se celebra un desfile de todos los santos varones por las calles de la ciudad. Es una especie de procesión de todos los santos: sólo en ocasiones especiales se sacan todos los iconos, incluso los femeninos (años jubilares, por ejemplo). Desde los balcones del casco antiguo se pueden ver las tradicionales mantas y estandartes que representan a San Pardo, ondeando en señal de devoción a su paso. Además, a veces se arrojan pétalos de rosa sobre el busto y la urna que contiene las reliquias del Santo al paso de éste. El régimen sonoro de la fiesta en este día se enriquece con la presencia de la banda que acompaña al cortejo procesional.
El 27 de mayo coincide con la etapa final de la fiesta, que consiste en devolver la estatua de San Primitivo a su domicilio habitual, partiendo del centro histórico. Una vez que el copatrón ha sido devuelto a su capilla y dejado “en compañía” del patrón, San Pardo, las familias hacen una parada durante la cual se consume una comida al aire libre, que todos llaman “scampagnata” (picnic), caracterizada por una gran convivencia, abundancia de comida y bebida, canciones y un ambiente de gran entusiasmo. Tras la parada, el icono de San Pardo se vuelve a colocar en la carroza nº 1 y la comitiva procesional parte hacia el centro histórico, para llevar el busto de San Pardo de vuelta al centro donde “acompañará” a todos los santos de vuelta a sus iglesias y luego “volverá a entrar” en la Catedral en medio de una gran multitud reunida en la iglesia y en la parvis para admirarlo y darle la bienvenida.
En la tradición oral, el sistema procesional que tiene lugar en Larino se denomina “Carrese”, término que hace referencia a la antigua práctica de las carreras de carros que decidían el orden en el que desfilaban el día de la fiesta, llevando en procesión el icono del santo patrón y los copatrones (según las formas que se encuentran hoy en día en las carreras de carros en la Baja Molise). El “Carrese” es también un canto monódico, llamado también “Laudata” o “Carrera”: un canto de profundo significado teológico dedicado a Dios, a la Virgen, a San Pardo, a los copatronos Primiano, Firmiano y Casto y a otros santos venerados en el Bajo Molise.
Las carrozas que desfilan pueden ser tiradas por bueyes, terneros u ovejas, o ser muy pequeñas, arrastradas a mano por niños, pero siguen teniendo el número progresivo de la carroza que participa oficialmente en la Carrese. La cabecera de la carroza suele ser familiar (carrozas uninominales), pero a veces también puede ser una compañía de dos o más personas, ya sean parientes o amigos (carrozas plurinominales).
Hay dos tipos de carrozas: las tradicionales, también conocidas como carrozas “cúpula”, ya que tienen una cúpula típica cubierta con una capa uniforme de flores y tres “craste” (jarrones) dispuestos en secuencia en la parte superior. Los días 26 y 27 de mayo se coloca una rama de olivo en este tipo de carroza, de la que se cuelgan scamorze passite, símbolo de lo que siempre ha sostenido económicamente a la ciudad: la agricultura, especialmente el cultivo del olivo, y la ganadería ovina y bovina, que también se consideran un signo auspicioso para la cosecha y el año que se abre con la renovatio que representa la fiesta. El segundo tipo es el de las “carrozas triunfales” con arcos, columnas y cúpulas geométricas de diversos tamaños, realizadas en madera trabajada y montadas, según la creatividad del autor, con la intención de representar iglesias góticas o románicas, decoradas con cortinas bordadas y una serie de pequeños bulbos para una pequeña cantidad de flores.
Cada carroza está decorada y los elementos clave son las flores de papel, que suponen un largo proceso que se transmite de año en año, de generación en generación.
Los animales desempeñan un papel crucial en el ceremonial, de una forma que la comunidad define como cooperación (“los animales nos ayudan a celebrar nuestro santo”). Estos animales son respetados y honrados como parte integrante del ceremonial sagrado y el cuidado que se presta a su preparación en los meses previos es una muestra de la especial atención que se presta a su bienestar y a la construcción de una relación de entendimiento y comprensión mutua con quienes los van a manejar. Esta actividad, que suele comenzar en marzo y durar hasta 8 semanas, se denomina “la doma” y consiste en una serie de paseos por zonas periurbanas, preferiblemente con pequeñas pendientes y cambios de nivel, para que los animales puedan “tomar aire” (es decir, entrenarse para caminar durante mucho tiempo) y, sobre todo, para que aprendan a ser dóciles y equilibrados con quienes los manejarán en la procesión.
Una característica notable del ceremonial es el espacio sonoro articulado que acompaña a todo el ciclo festivo en sus diversas articulaciones. Lo primero y más importante es el canto de la tradicional Laudata. El segundo está relacionado con los disparos y los fuegos artificiales del 26 de mayo. El tercero es el “toque de campanas”, es decir, todos los sonidos producidos tanto por los cencerros colgados al cuello del ganado durante las procesiones, como por las campanas de la Catedral, que suenan casi continuamente durante largas fases del recorrido procesional del día 26 y durante los diversos regresos a la Catedral de las procesiones del día 25 y 27.
La práctica festiva se mantiene y se transmite de generación en generación a través de un intenso entrelazamiento de aprendizaje informal y “aprender haciendo”.
Un importante conjunto de modos de transmisión de conocimientos está relacionado con el canto tradicional de la laudata: una modalidad de canto monódico que ahora practican muy pocos (aunque ha crecido ligeramente en los últimos años, no siempre con el suficiente rigor filológico) y que es enseñada por unos pocos y raros maestros reconocidos por la población local como poseedores de este conocimiento haciéndose acompañar por algunos jóvenes y niños en el recorrido procesional, mostrándoles incluso posturas, entonaciones, duraciones de retención de sonido que se consideran típicas y correctas para esta modalidad de canto, que también es, a su manera, competitiva en cuanto a retención de notas, potencia de emisión y pureza de sonido.
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